domingo, 1 de agosto de 2010

Agricultura urbana

Por: Luza Alvarado, el 30 de julio de 2010, 08:28 AM

Dedica quince minutos para mantener un huerto de verdad en tu azotea o en esa esquina ociosa del patio, es una actividad terapéutica, te ahorrase dinero y contribuyera a mejorar tu alimentación.

Espacio de Sembradores Urbanos, una organización ambiental pionera en la ciudad de México

No es una moda, es el futuro. Si sabes producir tus propios alimentos, el día que venga una crisis esto puede ser una opción real para garantizar que tengas lo más básico: alimentos sanos, variados y limpios, porque lo que compramos en el supermercado generalmente tiene pesticidas y hormonas que hacen daño a largo plazo.

Es el derecho a decidir qué queremos comer y cómo lo queremos producir

La agricultura urbana nos permite ejercer un derecho que todos tenemos: decidir lo que comemos, optar por alimentos limpios, pagarle lo justo a los productores, ser autosuficientes, comer bien.

¿qué se requiere para hacerlo?

Lo fundamental son cinco horas de luz solar directa –no a través de la ventana– para que se desarrollen bien los alimentos. El lugar ideal es la azotea, pero puede ser en un patio pequeño o un jardín. Puedes adaptar un contenedor de 1x1.5 metros que tenga una profundidad de 30 cm. y que esté elevado, para que no transmita humedad al techo. Lo más económico es utilizar una llanta vieja, una cubeta, una maceta, un cajón de madera o de plástico; los elevas en un tabique y luego los rellenas de tierra. La tierra se puede comprar en un mercado de plantas, pero debe complementarse con técnicas para producir y enriquecer tu propio suelo. Por eso es necesario que aprendamos a hacerlo.
Requieres cursos para hacer composta con los desechos de la cocina, las hojas secas del parque, un poco de abono de borrego que venden en el mercado. Es una forma creativa y alternativa de producir suelo y alimento.

¿Cuánto tiempo se le dedica?

Para hierbas y hojas verdes de ensalada (lechugas, arúgula, mostaza, acelga), con diez minutos al día que subas a tu huerto es suficiente. Te aseguras de que no haya babosas de caracol, arrancas las hojas secas, riegas si no es tiempo de lluvias. Los jitomates toman un poquito más, pues hay que podar y ponerle un tutor para que no se caiga la planta. En tiempo de lluvias hay plagas, hongos y babosas, entonces hay que dedicarle más. Por ejemplo, el domingo yo le dedico más tiempo, pero entre semana con unos diez minutos diarios basta. Yo digo que, en vez de diez minutos de tele, puedes subir a ver tu huerto y cosechar algunas zanahorias. Se requiere disciplina, continuidad. Más que tres horas a la semana, las repartes en 15 minutos durante 7 días.

¿Con qué cultivo fácil se puede comenzar?

Con rábanos, desde que siembras la semilla hasta que lo comes, pasa un mes. Tiene pocas plagas y no necesita muchos cuidados. Después vienen las acelgas; son plantas muy nobles, “guerreras”, muy nutritivas, requieren poco cuidado y dan largas cosechas. Para tener una producción constante, lo que hacemos es no cortar toda la mata sino cosechar sólo las hojas más grandes y maduras, así te puede durar uno o dos años produciendo. Las hojas verdes son relativamente fáciles: lechugas, espinacas, quelites, mostaza, aunque también los chícharos y los ejotes se adaptan bien. Los jitomates tienen sus particularidades, tienen muchas plagas y requieren cuidados para podarlos, pero cosechas frutos con muchísimo sabor.

Si se tiene poco espacio, ¿qué alternativas hay?

Al igual que en las ciudades, donde ya no hay espacio para construir horizontalmente y se levantan edificios altos, existen estos huertos verticales o en columna. En un diámetro de 45 centímetros construyes una torre de tierra y haces aberturas como ventanas por donde siembras y sacas la planta. Se pueden sembrar ejotes, acelgas de cuatro colores, frijoles, fresas –que les gusta mucho colgar–. Para armarlo se requiere un plástico grueso negro al que le haces varios hoyos por donde saldrán las plantas; lleva un tubo de PVC agujerado y relleno de tezontle (piedra porosa, volcánica). Riegas por arriba del tubo para que el agua se vaya distribuyendo en toda la columna, eso asegura que todas las plantas tengan agua por igual. Lo único es que hay que identificar qué cultivo es adecuado para un huerto vertical.

Se puede sembrar en espiral. Por ejemplo, aquí tenemos hierbas aromáticas. Dejas abajo las que requieren más agua, las más secas, arriba. Energéticamente también tiene toda una explicación; aquí hay que echar mano de todo tipo de conocimientos que ayuden a tu huerto.

En lugares más limitados, se pueden sembrar plantas trepadoras o enredaderas que, además, sirven de ornato al cubrir una malla ciclónica; o bien, colocadas horizontalmente sobre una malla, pueden producir sombra natural en una terraza. También puedes convertirlas en tus aliadas: para evitar vandalismo, siembras zarzamoras que tienen espinas y dan urticaria.

¿cuánto tienes que invertir?

Es difícil decir porque depende del espacio que tengas. Pensemos que te encuentras una llanta en la calle y te ayudamos a adaptarla como contenedor. Con $150 pesos ($12 USdl), la tienes lista con tierra, abono, semillas, plántulas y letreritos. De ahí te puedes salir una cosecha continua de lechuga; desde que pones la semilla hasta que cosechas, te toma unos tres meses. Pero, al igual que con la acelga, no cortas toda la mata sino las hojas grandes y maduras, esto alarga la vida de la planta.

Además de las ventajas alimentarias en casa, ¿qué otros beneficios trae la agricultura urbana?

Destinar espacios urbanos para producir alimentos es algo productivo, ecológicamente apropiado y terapéutico. Si estás todo el día en la computadora, darte unos quince minutos o una media hora para cuidar tu huerto te relaja muchísimo y te enriquece. Es un espacio sano para encontrar algo de naturaleza y tranquilidad, equilibrarte en medio de una ciudad caótica trae beneficios en tu trabajo, en tu familia, en tus relaciones.

Los beneficios sociales son muchísimos, hemos armado huertos para comunidades vulnerables (niños de la calle, adolescentes en albergues de rehabilitación, centros para la tercera edad, escuelas) con la finalidad de generar un impacto social positivo de manera integral.

Cultivos que jamás he visto en el supermercado, como tomate green zebra, berenjena huevo blanco, ejotes criollos, morados, amarillos, acelgas de tallo rosa, albahaca tailandesa, y distintos chiles más o menos picosos. Al respecto, Carolina me comentó que una de sus mayores responsabilidades es la de compartir las semillas: “Cuando traemos cultivos de fuera, conservamos las semillas de la primera cosecha y las compartimos para buscar que se sigan cultivando libremente; entre todos hacemos trueque de semillas”.

Hoy en día, encontrar semillas orgánicas de ciertos productos es muy difícil, por eso Sembradores Urbanos y otras organizaciones similares recurren a proyectos de comunidades rurales que cuidan la biodiversidad.

Además de ponderar los beneficios de tener un huerto en casa, te invito a reflexionar sobre el tema del intercambio de semillas, un acto que el ser humano venía realizando libre y gratuitamente desde hace miles de años, pero que ahora se ha restringido por muchos motivos, entre los que se encuentran las acciones de poderosas empresas multinacionales que han patentado el código genético de ciertas semillas y pretenden penalizar el intercambio o la conservación de las mismas.


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